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Me alejo de las precipitaciones morfológicas
El rogar por piedad nunca fué parte de mi.
Agotada e irritada de los sinfínes catastróficos
La nobleza fué siempre el ancla que me impidió partir.
A lo lejos se descarga una tormenta,
talvez sus gotas purifiquen el porvenir.
Es el tercer día que ignoro las señales,
Es el despecho de un pasado que se vá a repetir.
Me siento absorvida por tus letanías filosóficas
y me paro en un laberinto al que llamo hogar.
Siento roces de simples verdades,
que están susurrando que no me vas a dejar.
Entrecierro mis párpados
dándole crédito a una humilde claridad.
Tus latidos son rítmicos y separados
acompañan a la sinfonía de tu realidad.
Ya me vengo aburriendo de tu sensatez lógica
determinar tu accionar sólo requiere un compás.
Reconoces encontrarte bajo una espesa neblina,
Fué tu locura ciega la que me dió un pedestal.
Entonces me pregunto a qué he venido
Me intriga saber lo que voy a estimular
Coqueteo con un guiño al libertinaje
y extingo fantasías de modo casual.
Estimo salidas que asoman perplejas
Descubro en palabras al aire a eternidad.
Atisbo alegrías que nunca comparto
y modero la infamia de tu enfermedad.
En cierto modo sé que es imperdonable.
Pero sería una lastima que no fuera yo.
Fué algo imprevisto y un poco iracible,
honrar demasiado cualquier nimiedad.
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