Los escaparates en los que te fui colocando
Se viven rompiendo y esparciendo constantemente
Rebosantes, restallan frágiles,
Propensos a corrosivos contagios de mí.
Mi pequeño plumífero incapaz de volar
Tienes tus alas pero jamás las vas a usar
Tu destino es en el mundo terrenal
Arrastrando pereza y hastío en un campo de anís.
Y talvez siempre fuiste infeliz
Pero eso no te quita capacidades
No habría reglas o retazos culturales
Que te separen de todo lo que realmente sos.
Combates con tu naturaleza
Que se alía con tu ausente inocencia
Las leyes por las que te riges
Te alejan más y más de mí.
Sos súbdito de tus palabras
Y de creencias que están en falta
Incandescentes atmósferas de soledad
Te acompañan al escucharte llorar
Vapores espesos y densos
Cubren tu alma insaciable de cuestionamientos
Que emana preguntas en un tarareo
Que roe en la paciencia de los demás.
Existe un eco curioso
Que cruza cada tanto en tu camino
Sepultando mitos y frases hechas
Desvaído por tanta aflicción.
Se abrevian los sentidos
Y huyes de tu propio destino
La cadencia por la que te riges
Perdura por deleites mentirosos
No te sofoques por inquietudes
Que el agobio es difícil de aplacar
La curiosidad mató al minino, recuerda.
Y la aflicción es difícil de curar.
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